El presidente de la República, Luis Lacalle Pou, informó este lunes que le pidió al actual ministro de Transporte y Obras Públicas, Luis Alberto Heber, que se haga cargo del Ministerio del Interior para “poder continuar con la gestión que llevó adelante Jorge Larrañaga”, quien falleció el pasado 22 de mayo a sus 64 años por un paro cardio respiratorio, y fue velado el domingo en el Salón de los Pasos Perdidos del Palacio Legislativo.
Larrañaga venía cumpliendo una labor ejemplar en el Ministerio del Interior, y había logrado bajar notablemente la inseguridad, el crimen y el homicidio durante su gestión, algo sumamente complicado en un contexto de crisis económica y de una “herencia maldita” en la materia de parte del Frente Amplio.
Larrañaga era un jugador fundamental en el gobierno de Lacalle, ya que tenía un enorme poder dentro del Partido Nacional.
Antes de ser Ministro había sido 3 veces precandidato a la presidencia, consiguiendo a parte la nominación presidencial del partido en el año 2004, la vice presidencial en el año 2009, acompañando a Luis Alberto Lacalle Herrera (padre de Lacalle Pou) y vicepresidencial de nuevo en 2014, acompañando a su hijo Luis Lacalle Pou.
En el año 2019 Larrañaga salió tercero en las primarias del Partido Nacional pero nunca perdió el rol y el peso fundamental que tenía en dentro de la formación blanca como caudillo del sector wilsonista.
En ese momento, Larrañaga era la cara visible de una importante reforma constitucional en materia de seguridad, y había logrado que se presente como plebiscito en 2019 una propuesta para militarizar la policía y facilitar el combate a la inseguridad.
Esta reforma, que se votó en simultáneo con las elecciones generales de ese año, no era apoyada oficialmente por ningún candidato presidencial de ningún partido, ni Lacalle Pou, ni Manini Ríos, y mucho menos por los izquierdistas Ernesto Talvi o Daniel Martínez.
Sin apoyo político relevante alguno, y sin estar nominado él para las elecciones generales, Larrañaga logró el apoyo del 46% de los uruguayos para esta reforma, que a pesar de ser vencida en las urnas demostró que casi la mitad del pueblo uruguayo estaba determinado a terminar con la inseguridad a como dé lugar.
Con estos resultados a la vista, Lacalle al asumir el gobierno no dudo en designar a Larrañaga como Ministro del Interior, cartera que en Uruguay se encarga de la Seguridad Nacional.
Con este legado en sus espaldas, Luis Alberto Heber tendrá una tarea dificilísima a la hora de reemplazar a Larrañaga. No sólo deberá mantener un puño de hierro en materia de seguridad y la espalda política para apoyar a la policía en momentos tan difíciles, si no que deberá funcionar como sostén de un sector más de derecha en el Partido Nacional que no quiere ver al actual gobierno cometer los errores del pasado.
Lacalle sostuvo en su cuenta de Twitter que Heber “continuará un proceso de cambios, defensa de los uruguayos, respeto y respaldo a la Policía”.
En tanto, el Ministerio de Transporte y Obras Públicas, que abandona Heber, quedará a cargo del ex intendente del Departamento de San José y quien hasta ahora se desempeñaba como subdirector de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto, José Luis Falero.
En la jornada de este martes 25, Heber comenzó su labor como Ministro de Interior reuniéndose junto a los jefes departamentales de policía y distintas autoridades del sector de seguridad.
Heber, al igual que Larrañaga, es otro caudillo histórico del Partido Nacional, de lo que se conoce como el ala herrerista del Partido Nacional. El herrerismo surge del bisabuelo de Lacalle Pou, Luis Alberto de Herrera Quevedo, y resurgido por su padre, Luis Alberto Lacalle Herrera en los 90s. Esta ideología defiende, en mayor o menor medida, el libre mercado, la desburocratización, el antiestatismo, el ruralismo, el anticentralismo y la política de meridianos. Heber fue presidente del Partido Nacional, diputado y senador por el herrerismo.
Por su parte, Larrañaga lideraba el ala wilsonista del Partido, un movimiento político que surge del líder político Wilson Ferreira en la década del 70. El wilsonismo, después de la década del 90, quedó fuertemente ligado al herrerismo y representa uno de los sectores más de derecha de los Blancos,
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