Mientras la aprobación del presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador (AMLO) sigue cayendo por sus desastrosas medidas económicas y un fracasado esfuerzo por frenar el coronavirus en su país, la oposición finalmente empieza a nuclearse alrededor de distintas figuras que socavan el liderazgo del presidente.
Uno de ellos es Enrique Alfaro, gobernador del Estado de Jalisco, comienza a mostrarse como uno de los principales opositores al gobierno. Sin embargo, el presidente, desesperado, no piensa rendirse sin luchar e inicia una guerra sucia contra el Estado de Jalisco.
Jalisco es un Estado clave para México debido a que es la 4to región tanto en aporte al PBI como en población, por lo cual su posición económica y electoral es sumamente importante.
Fue uno de los pocos Estados donde no ganó Morena (partido del presidente), y donde triunfó el partido Movimiento Ciudadano, y su gobernador, Enrique Alfaro, ha logrado convertirse en un líder muy popular en la región.

Enrique Alfaro, gobernador de Jalisco.
La reacción de Alfaro ante el coronavirus, quien decidió ignorar las recomendaciones del gobierno federal al consideradarlas ineficaces, ha tenido un éxito considerable, especialmente en comparación con la situación nacional y la de otros gobiernos morenistas.
Mientras el gobierno federal ignoraba la pandemia y se negaba a realizar tests, el gobierno de Jalisco importó miles y miles de kits y luchó con vigor para que la aduana nacional de AMLO permita su ingreso.
Por otra parte, en la gestión de AMLO las calificadoras se han vuelto una pesadilla para su gestión: recientemente Moody’s & Fitch colocaron los bonos de PEMEX en la categoría más baja posible y sentenciaron un colapso de la economía mexicana.
En cambio, la misma calificadora acaba de mejorar la calificación de los bonos emitidos por las autoridades de Jalisco de -AA a AA, colocándolo en un estado estable donde es recomendable invertir.
Ante todo esto, la consigna de AMLO es clara: hay que destruir al gobernador de Jalisco.

El presidente AMLO, resentido con los nuevos líderes opositores que están surgiendo.
El pasado 4 de mayo, un hombre llamado Giovanni fue detenido en Ixtlahuaclán de los Membrillos, municipio de Jalisco donde gobierna a nivel local el PRI (no el partido de Alfaro) por policías municipales (no estatales), pero en su momento el caso no hizo mucho ruido. En ese lapso, otros dos jóvenes fueron asesinados por policías federales que responden al presidente, y estos casos tampoco hicieron ruido en su momento.
La estrategia del gobierno federal fue simple: reactivar un mes después el caso de Giovanni culpando a Alfaro (en redes los hashtags #JusticiaParaGiovanni y #AlfaroAsesino se volvieron tendencia nacional) y el 4 de junio, ya un mes después del caso y en medio de las marchas internacionales del Black Lives Matter, se convocaron marchas en Jalisco donde se quemaron patrulleros, vandalizaron cientos de negocios e inclusive incendiaron a un policía vivo.
En lugar de quedarse callado, Alfaro acudió a los medios para recordarle a la población que la policía estatal no tuvo nada que ver en el caso y advirtió que el plan fue orquestado por el gobierno de AMLO.
Tras la fuerte denuncia del gobernador, las redes se llenaron de pruebas de manifestantes que escalaban la violencia a propósito e incitaban que los demás protestantes cometan delitos.
Estos últimos ataques al Estado de Jalisco tampoco no han sido los primeros en ser lanzados desde el gobierno federal.
En casi 2 años de gobierno, AMLO ya ha provocado en el Estado escasez de combustible, recortes al presupuesto estatal y se le han quitado funciones al gobernador.
Enrique Alfaro es el objetivo más importante del socialismo mexicano hoy en día, pero ya demostró que no se irá sin pelea.
AMLO, como buen dirigente socialista, al ver su inminente autodestrucción, buscará destruir al país junto con él.
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