Una de las principales promesas de López Obrador fue cambiar la estrategia de seguridad de los gobiernos pasados para lograr erradicar la violencia del país. Pese a sus promesas de campaña, en las cuales confiaron 30 millonesde votantes, ahora con Morena a cargo del gobierno, la violencia en México, lejos de disminuir, aumenta de manera estratosférica.
Al inicio de su mandato, López Obrador declaró públicamente que la guerra contra el narco, iniciada en el sexenio del ex-presidente Felipe Calderón, había terminado y que se enfrentará al crimen de forma distinta.
En una de sus giras declaró:
“El pueblo no es malo, son las circunstancias que llevan a tomar ese camino de la violencia. […] No vamos nosotros a pegarle, como lo hicieron, un garrotazo al avispero y convertir al país en un cementerio. No, no es así”.
La lógica que el mandatario suponía eficaz es que se debía de resolver el crimen desde sus raíces. Esta fue una de las razones por las cuales impulsó sus programas clientelistas para entregar dinero a los jóvenes y así estos, en teoría, no tendrán necesidad de acudir al narcotráfico para sobrevivir.
Otra de las estrategias que AMLO tomó fue desintegrar a la Policía Federal y, en su lugar, formar la Guardia Nacional, una organización de carácter militar. Esta medida fue altamente criticada debido a que si bien la Policía Federal tenía ciertas deficiencias, en lo general sí estaba teniendo un impacto positivo en el combate al crimen.
Frente a esta nueva Guardia Nacional, López Obrador pronunció una infortunada frase:
“Los delincuentes son seres humanos que merecen nuestro respeto.”
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Lejos de que estas medidas hayan cumplido con el objetivo prometido, la violencia en el país no sólo no disminuye, sino que sigue creciendo y a niveles históricos. Antes de que se desatara la pandemia, México ya había registrado al 2019 como el año más violento desde que se tiene registro en el país.
Varios temían que la contingencia del coronavirus, por su impacto económico, ocasionara que los crímenes se dispararan. Dicho temor no tardó en manifestarse y la delincuencia volvió a romper otro récord: marzo de 2020 es el mes más violento desde que hay registro en México.
Ante esto, las redes se enfurecieron porque, en medio de la contingencia, el día 29 de marzo, cumpleaños de Ovidio Guzmán (hijo del Chapo y dirigente del cártel de Sinaloa), AMLO viajó a Badiguarato (cuna de Joaquín “el Chapo” Guzmán), y fue filmado en video saludando cálidamente a María Consuelo Loera, madre del famoso narcotraficante ya mencionado.
Muchos acusaron esta acción no sólo por el gesto mismo, sino porque antes el presidente se había negado a recibir a familiares de desaparecidos que buscaron dialogar con él, entre ellos Javier Sicilia y Julián Lebarón, y se excusó diciendo:
“No los voy a recibir yo […] para no hacer un show, un espectáculo. […] Tengo que cuidar la investidura presidencial.”
Ante la creciente crisis de violencia en la que está sumergido el país, AMLO, lejos de sacarlo a flote, se enfrasca en hundirlo más.
Un país complicado, con narcotráfico, mafias y corrupción, encontró su mejor aliado en López Obrador, un presidente que actúa de ingenuo, pero que entiende muy bien el juego, y sus promesas de enfrentar a los carteles de drogas, quedará en eso, promesas de campaña.
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