El Reino de Bélgica ha batido un nuevo récord tras superar su propia marca del 2011: desde el 21 de diciembre de 2018, el país europeo ha estado desprovisto de un gobierno que tenga funciones plenas.
Habiendo pasado por tres gobiernos interinos y 12 candidatos que no han logrado una mayoría en el parlamento, la población está desconcertada y muy enojada con esta interminable crisis política.
Una de las principales causas de esta excepcional situación, es que Bélgica se ve atravesada por diferencias étnico-parlantes importantes, ya que los partidos políticos y sus dirigentes no solo son clasificados en términos ideológicos sino que también son clasificados entre flamencos (holandés como idioma principal), germanófonos (alemán como idioma principal) y francos (francés como idioma principal).
El factor idiomático en Bélgica es una cuestión política de enorme trascendencia. Hasta principios del siglo XX, los flamencos no contaban con los mismos derechos políticos que los franco-parlantes. Cuando el Estado belga se fundó en 1830, solamente el 1% de la población adulta masculina podía votar, siendo estos los nobles, miembros del clero y ciertos sectores acomodados urbanos, todos ellos de habla francesa.
En 1970, la constitución fue revisada y promulgó el reconocimiento de tres comunidades culturales, la comunidad flamenca, la franco-parlante (valones, de Wallonia) y la germana. En este contexto, los partidos políticos belgas fueron mutando para incluir preferencias de política nacional acorde a cada comunidad.
Diciembre 2018, manifestantes nacionalistas de Flanders protestan frente al parlamento belga ante una nueva ley de apertura migratoria. Fuente: Reuters.
Por ejemplo, en la región de Wallonia, franco-parlante, la delantera es llevada por los partidos más progresistas. Mientras que en la región de Flandes, de mayoría flamenca, la población tiende a votar partidos más conservadores y de derecha.
Esta combinación de factores resulta muchas veces en la imposibilidad de un armado de coaliciones, ya que a veces distintos partidos coinciden en ideología pero no se pueden juntar por representar a etnias diferentes.
Por otro lado, hay un gran crecimiento de nuevos partidos anti-regionalistas y de izquierda como el Partido Socialista (PS) o otros partidos comunistas que buscan una unidad nacional y dejar de lado las diferencias étnicas y lingüísticas.
La unidad nacional, algo que por ejemplo en España está monopolizado por partidos de derecha como VOX, en Bélgica se ha convertido en la principal propuesta de partidos de extrema izquierda, que ven al independentismo como una política retrógrada y hasta hacen la delirante comparación con el Brexit inglés, acusando a Gran Bretaña de separatismo como si el Reino Unido hubiera sido una provincia de la Unión Europea.
Bélgica, atravesada por estos enormes conflictos étnicos y regionalistas internos, desde fines de la década del 90 se ha convertido en el principal promotor de la unidad europea, tratando de tapar sus propios conflictos internos con la unión de países muy distintos.
“Si nosotros pudimos armar una Nación entre tres etnias, culturas, idiomas y formas de vida distintas, por qué no podríamos hacer lo mismo en todo Europa” se planteó el Gobierno belga cuando la Unión Europea daba sus primeros pasos. Estos últimos 20 años han demostrado que no sólo no pudieron logran una única Nación europea, si no que su propia unidad belga pende de un hilo.
Hoy, Bélgica es la capital de facto de la Unión Europea, ya que Bruselas alberga los edificios centrales de la Comisión Europea, el Consejo Europeo, la Casa de Gobierno Europea y el Parlamento Europeo. Mientras tanto, el sentir nacional belga está en uno de sus puntos más bajos de su historia y pensar en un futuro con regiones que declaren su independencia del Gobierno nacional y del resto de la Unión Europea no es algo muy descabellado.

La marcada división interna entre las regiones de Flanders y Wallonia, ambas buscan su propia independencia y la disolución del Reino de Bélgica.
En términos políticos, el actual candidato principal para formar un gobierno nacional es Egbert Lachaert, quien pertenece al partido Liberal-Demócrata Flamenco (Open-VLD), de centro-derecha, y tiene la titánica tarea de lograr acuerdos con los partidos de izquierda y derecha sin importar a que etnia o idioma pertenezcan/hablen.
El líder flamenco busca formar una coalición bajo el término de “Vivaldi“, haciendo referencia a la pieza musical mundialmente famosa, cuyo autor se inspiró en las cuatro estaciones del año para retratar las grandes diferencias climáticas en una misma composición del clima cada año.
En este momento, Lachaert esta recuperándose del COVID-19, por lo que su gobierno interino ha sido alargado y está siendo suplantado momentáneamente por la liberal Sophie Wilmes hasta el mes de octubre.

Egbert Lachaert, impulsor de la Coalición “Vivaldi” y actual Primer Ministro interino (reemplazado de manera temporal en funciones por Sophie Wilmes).
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