El pasado domingo todos los medios del mundo pusieron su foco en la región del Cáucaso, particularmente en la frontera entre Azerbaiyán y Armenia, luego de que los azeríes lanzaran una invasión frontal al territorio de Nagorno Karabaj, controlado actualmente por el Ejército armenio.
Sin embargo, el conflicto entre estos dos países lleva más de 40 años, y no es la primera vez que van a una guerra. Tras la caída de la Unión Soviética, que ejercía un fuerte control sobre estos dos países, tanto Armenia como Azerbaiyán declararon sus respectivas independencias, lo cual rápidamente generó una serie de disputas sobre quién se quedaría con algunos territorios fronterizos.
En particular, la región de Nagorno Karabaj, también conocida como la “República de Artsaj” declaró su independencia de Azerbaiyán y tanto un plebiscito como una votación en el Parlamento dieron como resultado unirse a la República de Armenia. A pesar de que en esta región más del 90% de la población es armenia, Azerbaiyán vio esta decisión como un intento de separatismo y de destrucción de su unidad nacional, y lanzó una ofensiva en febrero de 1988.
Durante los siguientes años, la Unión Soviética pasó de ser un Estado ateo y persecutor de los cristianos a ser uno de los mayores promotores de la religión en el mundo, por lo que rápidamente recompuso sus relaciones con Armenia y salió en su apoyo en esta guerra. Para 1994, Estados Unidos, la OCSE, Europa, Rusia y Turquía intercedieron en el conflicto y lograron llegar a un cese al fuego después de 6 años de conflictos.
Armenia es un país con amplia mayoría cristiana, de hecho el entonces Reino de Armenia fue la primera nación en la historia en adoptar el cristianismo como religión del Estado, en el año 301. Luego de la caída del muro de Berlín, el país comenzó una rápida occidentalización, su amistad con Grecia, con Estados Unidos y con la Rusia post-soviética le permitió salir de la pobreza estructural en la que la había dejado el comunismo.
Por otro lado, Azerbaiyán cuenta con una amplia mayoría musulmana, y es el único país del mundo que a pesar de tener una etnia principalmente chiíta, es gobernada por un Estado secular democrático. La comunidad azerí tiene estrechos lazos con los turcos e históricamente el país ha sido el principal aliado de Turquía en el mundo.
Estas diferencias étnicas y religiosas han generado que desde su independencia, estos países no hayan podido llegar a un acuerdo de paz. Ambos se acusan de que el otro país ha cometido genocidio contra su pueblo y que los discriminan por su religión.
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Mapa muestra el territorio de la “República de Nagorno Karabaj”, con su capital en Stepanakert. En marrón oscuro el territorio que controla el Ejército armenio. En rojo, el antiguo territorio que comprendía la “Óblast Autónoma de Nagorno Karabaj” de la Unión Soviética, sobre el cual Azerbaiyán reclama soberanía.
A pesar de la violencia interétnica e interreligiosa de la “Guerra del Alto Karabaj” entre 1988-94, con masacres contra la población armenia como la del “Enero Negro” de 1990, o contra la población azerí como la “Masacre de Joyali” en 1992, el saldo de esta guerra fue muy positivo para Armenia.
Mientras todo el mundo reconoció a la región de Nagorno Karabaj como parte de Azerbaiyán, el control de este territorio permanece desde entonces en manos de Armenia por las victorias militares durante el conflicto, y el mismo gobierno local mantiene un estrecho lazo diplomático con el Gobierno armenio.
Azerbaiyán se quedó con las manos vacías, y desde entonces ha disputado este territorio. En 2008 hubo enfrentamientos fronterizos y en 2016, luego de encontrarse un soldado armenio muerto tras una noche de bombardeos entre los Ejércitos, los países entraron una vez más en guerra. Este conflicto, sin embargo, duró tan solo 4 días. Rusia, en un año donde estaba luchando contra ISIS en Medio Oriente, salió rápidamente a negociar la paz entre los dos países y evitó una escalada de tensiones.
La Guerra de los 4 Días dejó graves secuelas en las poblaciones armenias y azeríes, y desde entonces ambos países comenzaron un proceso de re-militarización acompañado de victorias electorales de candidatos nacionalistas.
Principalmente, el presidente azerí Ilham Aliyev acusa al primer ministro armenio Nikol Pashinián de no respetar algunos de los acuerdos logrados en 2016. Pashinián, quien asumió el Gobierno en 2018, pertenece al movimiento del nacionalismo cívico y pregona una fuerte soberanía del Estado armenio sobre los territorios donde la población es armenia. En 2018, además, el líder armenio dijo públicamente que quería que la República de Nagorno Karabaj se una definitivamente a Armenia.

Ilham Aliyev (izq) reunido con Nikol Pashinián (der) en 2019, en Viena, cuando parecía que los países iban a poder llegar a un acuerdo.
Armenia es un país en una complicada situación geopolítica. Está rodeada geográficamente por Azerbaiyán al este y Turquía al oeste, sus dos principales enemigos. Al día de hoy, Armenia denuncia internacionalmente que durante la Primer Guerra Mundial, el gobierno de “Los Jóvenes Turcos” cometieron una limpieza étnica de los armenios y los cristianos en la región, asesinando en campos de concentración a más de 1 millón y medio de personas.
El principal defensor y garante de su seguridad es Rusia, quien incluso tiene una enorme base militar en Gyumri. Además, Armenia cuenta con una importante relación comercial con Irán (al sur) y Georgia (al norte)
Por su parte, Azerbaiyán es defendida militarmente por Turquía, quien actualmente le provee casi todo su armamento, drones, buques y entrenamiento a sus fuerzas. Además, los azeríes comercian voluptuosamente con Israel, quien les vende tecnología a cambio de petróleo.
Si bien los Ejércitos de Armenia y Azerbaiyán son chicos, ninguno de los países tienen armas nucleares o biológicas, ni defienden organizaciones terroristas, el hecho de que sus conflictos terminan siendo guerras proxy entre Rusia y Turquía, dos super-potencias militares, preocupa a todo el mundo, en especial a Estados Unidos.
El presidente Trump dijo en conferencia de prensa que intentará negociar la paz entre estos dos países. A diferencia de Obama en 2016, Trump mantiene buenas relaciones tanto con Rusia como con Turquía, y puede ser el único capaz en esta ocasión de sentarlos para un veloz cese al fuego.
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