Esta semana, el INDEC anunciará el dato oficial para el IPC correspondiente al mes de septiembre (de cobertura nacional), pero las estimaciones más recientes anticipan una aceleración en el ritmo de aumentos.
El reciente informe REM, elaborado por el Banco Central, anticipó que la inflación en septiembre habría cerrado en cerca de 3% (en promedio), lo que indica una inflación interanual cercana al 38%.
Si este dato es rectificado por el INDEC, Argentina seguirá teniendo la inflación más alta de la región, solamente superada por Venezuela (que entró en hiperinflación desde 2015). Las mediciones más altas hablaban de un posible 3,5% de inflación en septiembre, mientras que las más optimistas establecieron un piso de 2,6%.
En cualquier caso, se observa una leve declinación en el ritmo de aumento desde el mes de abril, momento en el cual la cuarentena estranguló a la actividad y distorsionó el mercado monetario.
Entre el comportamiento atípico en las variables monetarias, y los fuertes controles de precios del Gobierno, se produjo una fuerte brecha entre los bienes y servicios “controlados”, y aquellos que fueron menos afectados por la pandemia.
Mientras se espera un duro dato del índice inflacionario, el INDEC comparte un absurdo gráfico por el Día del Dulce de Leche, casi que celebrando la inflación del precio del pote.
El rubro de bienes alimenticios muestra una clara discrepancia con el nivel general de precios, pues si las estimaciones para septiembre son confirmadas por el INDEC, la inflación interanual podría situarse en el 46%, lo cual refleja el enorme desfasaje de precios relativos.
Si bien la cuarentena mitigó el efecto inflacionario sobre la economía, hizo exactamente lo contrario sobre el nivel de actividad económica y sobre todos los indicadores sociolaborales que se miden en el INDEC.
La tasa de desocupación cerró en 13,1% durante el segundo trimestre del año, continuando la tendencia alcista presente en el primer trimestre. Sin embargo, por cuestiones metodológicas, una gran cantidad de trabajares desplazados del mercado laboral fueron contabilizados como población no activa.
Según un informe reciente del Centro de Estudios de la Nueva Economía (CENE) de la Universidad de Belgrano, la metodología del INDEC habría subestimado la tasa de desocupación, a partir de una caída histórica y violenta en la tasa de actividad (el dato más bajo desde 2003).
“¿Cómo
podían estar buscando trabajo si, por efecto de la cuarentena, no podían salir de
sus casas? En realidad, son desocupados privados de buscar empleo“, señala el informe.
Una gran parte de los desocupados actuales no fueron contabilizados como tales, porque las restricciones del Gobierno impedían que pudieran buscar trabajo y, por lo tanto, por cuestiones meramente actuariales se los contabilizó como pasivos (la misma categoría que los jubilados o los niños).
El informe de la Universidad de Belgrano señala que el INDEC contabilizó a 1,3 millones de personas como desocupadas, pero sin la posibilidad real de buscar trabajo. Haciendo este cambio metodológico, los desocupados llegarían a totalizar los 3,5 millones, y la tasa de desocupación real se ubicaría en el 18,7%.

Víctor A. Beker, licenciado en Economía Política por la Universidad de Buenos Aires, docente y Director del Centro de Estudios de la Nueva Economía por la Universidad de Belgrano.
El nivel de desocupación sería incluso más alto al que se registró en el peor momento de la crisis del 2001, y levemente inferior al dato de mayo de 2002. Algunos economistas se valieron de esta información para calificar a esta crisis como, posiblemente, la peor de la historia: elevada desocupación, y elevada inflación.
Otros estudios aseguran que la desocupación podría ser incluso más alta. Teniendo en cuenta que la tasa de actividad se encontraba en el 47,1% antes de la cuarentena, y que esta se derrumbó hasta el 38% en el segundo trimestre, resultaría poco creíble pensar en un cambio tan drástico en el mercado laboral.
Se llegó a plantear que, de haberse continuado con una tasa de actividad estable (un supuesto realista desde el punto de vista socio-laboral), la desocupación habría perforado el techo de 29%, un dato nunca antes visto en la historia argentina.
Algunos economistas plantean que es difícil encontrar un equilibrio entre las personas que realmente se fueron realmente del mercado y aquellas que lo hicieron sólo por no tener alternativa, y por lo tanto recomendaron poner más atención en la tasa de empleo, que cerró en 33,4% según el INDEC (la más baja desde mayo de 2002).
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