Por tercer año consecutivo, Argentina sigue en el camino del pobre dinamismo económico. Lo que empezó como una recesión común en 2018, se transformó en una depresión en el 2020.
Desde marzo de 2018, momento en el cual el país dejó de crecer, se acumula una contracción del 19,1%, la segunda más grande en América Latina, solo por detrás de Venezuela.
El Estimador Mensual de la Actividad Económica (EMAE) del INDEC, estimó que para el mes de junio la caída interanual fue del 12,3%. La actividad empezó a recuperarse desde el mes de abril, momento en el cual se tocó fondo. Entre mayo y junio, la economía repuntó un 7,4%, superando las previsiones de algunas consultoras privadas.
Aún así, el nivel de actividad es muy bajo, y más que una recuperación formal, lo que Argentina experimenta es un rebote cíclico y natural en la actividad, principalmente de la mano de flexibilizaciones en algunos rubros.
El mes de mayo se caracterizó por la flexibilización de sectores que anteriormente se encontraban en duras dificultades, aunque la zona del AMBA permaneció aislada de este efecto, y el comercio minorista se vio dramáticamente afectado.
Desde enero de 2020, la economía acumula una dura contracción del 12,9%, comparando al primer semestre del año con el último de 2019.
La actividad se encuentra por debajo del nivel que tenía incluso en marzo, el mes que marcó de la hecatombe económica.
Con excepción de la intermediación financiera y los servicios públicos de electricidad, gas y agua, todos los rubros registraron contracciones interanuales.
Las duras imposiciones del gobierno impidieron una recuperación en los sectores ligados al turismo y la atención al público.
El sector de servicios comunitarios, sociales y personales, se desplomó un 63,2% con respecto a 2019, mientras que el rubro de hoteles y restaurantes lo hizo en un 62,7%.
El presidente Alberto Fernández culpó a la pandemia por los graves daños causados sobre la economía, y decidió desconocer cualquier tipo de efecto negativo de implantar la cuarentena más larga y estricta del mundo.
Para Fernández, la economía estaba “poniéndose de pie”, hasta la interrupción por la pandemia, pero las estimaciones del INDEC parecen decir lo contrario.

La economía argentina no crece desde 2011, y el ingreso por habitante es cada vez menor.
Lo cierto es que, antes de la llegada del covid-19, la administración kirchnerista no había logrado sostener ni siquiera un solo mes de crecimiento mensual.
Diciembre de 2019 cerró con una merma mensual del 0,1%, enero y febrero de este año registraron contracciones del 0,3% y 0,4% respectivamente, y marzo (con solamente unos pocos días de cuarentena), registró un derrumbe mayor al 10%.
Del mismo modo y sin ninguna excepción, todos los meses de la administración kirchnerista entre diciembre de 2019 y marzo de 2020, registraron una contracción con respecto a igual mes del año anterior.
El Presidente no es capaz de ostentar ni el más mínimo logro en materia económica.
El pésimo desempeño de su administración comenzó desde el primer día, y la pandemia sólo llegó para complicar el ya difícil escenario económico.
La respuesta argentina al problema sanitario, terminó de destruir lo poco que quedaba de la economía.
El INDEC anunció también la nueva actualización de la canasta básica alimentaria y total, correspondiente al mes de julio. Una familia tipo de cuatro integrantes debió percibir un monto por $44.521,25 para evitar caer en el umbral de la pobreza, un aumento del 39,4% interanual.
Por su parte, se necesitó percibir un total de $18.322 para evitar caer bajo la línea de la indigencia, y este monto varía conforme al tipo de familia y el nivel de integrantes.
Las estimaciones privadas alertan que, bajo la metodología del INDEC, cerca de un 41% del total de la población estaría en situación de pobreza al término del primer semestre del año. Otras estimaciones, como la del Observatorio de la Deuda Social de la UCA, hablan de un 45% de pobreza, usando una metodología propia.
El bajo nivel de actividad y la poca velocidad de rotación del dinero, permitieron crear una suerte de ilusión en la cual la emisión monetaria no tuvo una contraparte en el aumento de precios.
Según previsiones de algunas consultoras privadas, la actividad en julio habría perdido una parte del dinamismo que mostró en junio, a partir del retorno de medidas restrictivas a la circulación y al comercio minorista a nivel país, pero principalmente en la región del AMBA.
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