Esta semana se llevaron a cabo elecciones en Perú, cuyo resultado determinó que Keiko Fujimori, la hija del polémico estadista y ex presidente Alberto Fujimori, irá a segunda vuelta electoral, con las posibilidades más altas de su carrera de ganar la elección.
Alberto creó una línea política en el país conocida como fujimorismo y, a pesar de múltiples políticos que pertenecen a este espacio, no hay figura en Perú que mejor represente este ideario que Keiko, especialmente en materia económica.
Pero para entender qué tipo de políticas económicas se pueden esperar de la heredera de uno de los mandatarios más importantes de la historia peruana, se debe analizar “el milagro peruano” que aconteció en la década del 90 y convirtió a un país rural y empobrecido en una de las economías más importantes de la región.
En medio de un clima hiperinflacionario y una recesión profunda, Alberto Fujimori asumió la presidencia del Perú el 28 de julio de 1990, dando lugar a una serie de reformas económicas que fueron el pilar del modelo económico fujimorista que incluso hoy en día mantiene el gobierno, a pesar de las diferentes figuras que llegaron a la presidencia desde entonces.
El mes de julio de 1990 fue particularmente caótico para Perú: el proceso hiperinflacionario se tornó violento e inmanejable y los precios aumentaron un 396% solamente en ese mes, algo nunca antes visto en la historia económica peruana. La inflación interanual había superado el 12.300%.
La nueva administración respondió con la aplicación de un programa de shock denominado popularmente como “Fujishock” para terminar con la hiperinflación, de la mano del ministro de Economía Juan Carlos Miller.
Se procedió a la liberalización del mercado cambiario, la rebaja generalizada de aranceles a las importaciones, la eliminación de restricciones cuantitativas al comercio, la liberalización de las tasas de interés bancarias, la reducción de los controles de precios y la aplicación de una política monetaria fuertemente contractiva, todo en un plazo de pocas semanas.
La política monetaria logró un resultado contundente en materia inflacionaria. A partir de 1990 el Banco Central de Perú (BCRP) lanzó un programa de fijación de metas de emisión futura que resultó sumamente creíble y confiable, con reducciones progresivas en el ritmo de expansión monetaria. Esto fue posible a la “mano de hierro” con la que Fujimori supo gobernar Perú.
Desde 1992 se implementó un programa de esterilización para la emisión, y en 1993 Fujimori aprueba una reforma en la carta orgánica del BCRP atada a la nueva Constitución que aprobó ese mismo año, garantizando autonomía para la autoridad monetaria y prohibiendo por ley la financiación espuria al Estado.
Al mismo tiempo, el Gobierno fujimorista decidió emprender un importante programa de austeridad fiscal, racionalizando la administración pública y actualizando el valor de las tarifas de los servicios públicos regulados por el Estado.

Crecimiento de la economía y comportamiento de la inflación a partir de la reforma fujimorista entre 1990 y 1993.
La terapia de shock logró un nivel inédito de credibilidad que consiguió derribar la inflación mensual hasta un promedio del 6,4% durante todo 1991.
A partir de 1993 la economía peruana experimentó un crecimiento vigoroso del PBI y de todos sus indicadores económicos, financieros y humanos, y todos esto con una envidiable estabilidad de precios, una situación que no se veía desde principios del siglo XX en ese país y tampoco se había logrado en otras partes del continente.
En contexto, Carlos Menem llevó a cabo reformas parecidas en Argentina, pero tardó 2 años (entre 1989 y 1991) en apalear definitivamente la inflación, y con un plan económico mucho más ajustado que requirió del 1 a 1.
Entre 1993 y 2000 la economía del Perú creció un 39,4% mientras que la inflación interanual cayó a un sólo dígito a partir de 1996, y la inflación mensual quebró la inercia persistente que parecía tener en la década de 1980.
Durante este proceso, Alberto Fujimori eliminó rápidamente todos los controles sobre la tenencia de moneda extranjera (principalmente dólares), blanqueando lo que más tarde consolidó una auténtica y funcional economía bimonetaria.
A partir de 1992, Alberto Fujimori consolidó su poder en el gobierno disolviendo el Congreso, y terminó de completar las “reformas de primer orden” en la transición hacia una economía de mercado.
A partir de ahí, se concretó un extenso programa de privatizaciones que logró una mejora en la calidad de las prestaciones, y se anuló un costo fiscal importante que representaban las empresas estatales deficientes y deficitarias.
El modelo económico se apoyó en tres pilares fundamentales: servicios públicos privatizados, economía abierta y regulación mínima, un tamaño del Estado relativamente pequeño y financiable, y una política monetaria totalmente independiente del poder político.

El crecimiento per cápita y el milagro económico del Perú entre 1992 y 2019.
Este modelo trascendió al fujimorismo y perduró por casi tres décadas.
Entre 1992 y 2019 el ingreso por habitante en el Perú creció un 166%, consiguiendo una suerte de milagro económico en la región y un “capitalismo popular” que redujo los niveles de pobreza y marginalidad significativamente.
Según las estimaciones oficiales del Estado peruano la tasa de pobreza pasó del 58,5% de la población en 1994 al 21,7% en 2015. Según la medición del Banco Mundial, y utilizando una vara de medición en torno a los US$ 10 PPP constantes de 2011 (similar a lo que utiliza Argentina), la pobreza en el Perú habría pasado del 84% a principios de los 90s, a un 48% en el año 2019.
En cualquier medición que se decida utilizar el resultado dinámico termina siendo el mismo, mostrando un importante proceso de movilidad social ascendente que no tuvo mayores interrupciones hasta la llegada de la pandemia en 2020.
La contienda electoral entre Keiko Fujimori y Pedro Castillo terminará por delimitar si Perú decide continuar con el modelo de crecimiento económico y movilidad social ascendente bajo una economía de mercado, o si decide girar hacia el “Socialismo del siglo XXI” junto con Venezuela y el Foro de Sao Paulo.
Por Germán Pérez Dalmau, para La Derecha Diario.
Usted debe estar conectado para publicar un comentario Inicio de sesión