Finalmente, luego de varios años luchando por mantener a Argentina afuera del default, el plazo del vencimiento del periodo de gracia llegó este 22 de mayo, y a pesar de que las negociaciones no terminaron, Argentina se encuentra oficial y técnicamente en default, ya que no ha cumplido con sus obligaciones de deuda para hoy.
El gobierno de todos, ese que orgullosa y confiadamente venía para poner plata en el bolsillo de la gente, llenar las heladeras, encender la economía y terminar con la especulación financiera, hoy ubicó al país nuevamente en default con tan solo 6 meses al frente del gobierno nacional.
A las 18 horas de este viernes y por una cifra insignificante de sólo US$ 503 millones en comparación a otras obligaciones, Argentina entró en nuevo capítulo oscuro de su triste historial financiero: su novena cesación de pagos de deuda soberana de su corta historia al incumplir con la liquidación correspondiente a los intereses de los bonos Globales AA21, AA26 y AA46 emitidos durante la gestión anterior.
Si bien en el mercado hubo un cierto optimismo por un eventual acuerdo, la realidad indica que en este contexto queda abierta la posibilidad de litigios contra el país por parte de los acreedores en la corte de Nueva York.

A raíz de esta situación, se activaron automáticamente los pagos de seguros de bonos provistos por distintas entidades bancarias, comúnmente denominados Credit Default Swaps (CDS), que los bonistas adquirieron para blindarse en caso de un impago como el que finalmente se concretó el día de hoy.
Estos seguros son adquiridos cuando, en el mercado de bonos, un activo entra en una zona de alto riesgo y en donde existen mayores posibilidades de un incumplimiento de pagos que su cumplimiento, activándose de manera inmediata cuando dicha situación se presenta. En el caso de la deuda argentina, estos seguros les permitirían a los acreedores recuperar hasta un 75% del valor total efectivamente asegurado.
Medida con una tasa de descuento del 10%, la oferta de Guzmán prometía devolver solo 40 centavos por cada dólar prestado, propuesta que fue rápidamente desestimada por el 80% de los acreedores, cuando, dependiendo de la deuda que corresponda, el nivel de aceptación debía ser mayor al 65%.
El re-estructuramiento de la deuda no fue rechazado por los acreedores directamente, si no que presentaron contrapropuestas que apuntaban a recuperar de 59 a 63 centavos por dólar sobre los casi US$ 66.000 millones a reestructurar. No obstante, la cartera de Economía no aceptó pero extendió la negociación hasta el día 2 de junio y está trabajando en correcciones y modificaciones de su propuesta inicial, mostrándose optimistas ante el retroceso en las pretensiones de algunos tenedores de bonos, que han llegado a decir que hasta 50 centavos por dólar podrían extenderse.
A pesar de toda la “buena onda” que le quiere poner el ministro Guzman, la fecha límite era hoy y el default ya es certero.

Este clima de ingenuo entusiasmo no es compartido por los principales fondos acreedores como Blackrock, ya que reside un clima de incertidumbre sobre la figura de Martín Guzmán, de quien creen que volverá a repetir una oferta “unilateral” o hasta podría ser removida más pronto que tarde de su cargo.
El efecto de este default selectivo es limitado en el corto plazo. Producto de la crisis de deuda y el impacto económico mundial debido a la pandemia, el acceso al financiamiento externo está virtualmente imposibilitado para la Argentina independientemente del cumplimiento o no del pago de los intereses. Pero la situación podría cambiar si los bonistas accionan dos cláusulas que podrían endurecer la negociación: la aceleración de pagos (pago adelantado e inmediato del total de los intereses y del capital) y el default cruzado (se interpreta que si no se paga un título no se cumplirá con ninguno).
Cualquiera de estos escenarios podría significar la estocada final para un país sin un rumbo económico consistente y eficaz.
De esta manera, se vuelven a confirmar las dificultades de una corriente ideológica para la economía argentina, la cual el año pasado sedujo nuevamente a casi el 50% del electorado heterodoxo del país, con inherentes limitaciones y falta de conocimiento en materia económica, haciendo todo exactamente a contracorriente del mundo, en donde la disciplina fiscal ha posibilitado en diversas sociedades el desarrollo con bienestar individual y colectivo.
Consultado por el incipiente default, el presidente argentino Alberto Fernández respondió que los mercados internacionales ya no le prestaban al gobierno, así que “Argentina ya estaba en default antes que el viernes 22 de mayo”. Algo de verdad hay en esto, Macri había sacado al país del default pero al mismo tiempo agotó todas las vías de financiación y no le quedó otra opción que acudir al FMI. Sin embargo, el país solo necesitaba mejorar su situación macroeconómica para volver a acceder a los mercados. Ahora, en un default técnico, antes de mejorar la economía del país hay que pagar una enorme cantidad de deuda.
El presidente cambió en menos de un año su postura frente al default, ya que en 2019 decía que si él era presidente, Argentina jamás caería en default porque él “conoce muy bien lo que es un default, es muy dañino”.
En Argentina todavía estamos tratando de inventar el fuego, a pesar de sufrir hace 70 años los efectos incendiarios que éste produce cuando es manipulado por las peligrosas manos del progresismo, el cual siempre encontrará en el bombero (llámese FMI o acreedores privados) un culpable a quien responsabilizar por sus propias falencias inmanentes.
Usted debe estar conectado para publicar un comentario Inicio de sesión