En el último partido del sábado en el regreso de La Liga, el Mallorca recibía al puntero del campeonato, Barcelona. El el Estafio IberoStar vacío, pero con un ruido de hinchada imitando a los videojuegos de fútbol famosos que los televidentes escuchábamos, ambientaban la riña entre un local que quería salir de la zona de descenso y un visitante que buscaba fortalecer su liderazgo.
Movió el Barcelona, y como de costumbre comenzó a mover la pelota de un lado al otro, pero no intrascendentemente, sino con velocidad y técnica. Tan así, que segundos pasados del primero minuto de juego, Jordi Alba encuentra un espacio entre los defensores centrales rivales, donde a toda velocidad se dirigía Arturo Vidal. El chileno no perdonó y con un testazo infló la red, poniendo al elenco culé en ventaja en el primer pestañeo.
El vigente campón era superior. Cuando Sergio Busquets se adelanta a ¾ de cancha, es signo de preocupación para el rival. Y así estaba el Barcelona. Con dos centrales bien marcados, laterales que más que laterales eran extremos, el doble cinco de Busquets-De Jong alternaban quién se cerraba en el círculo central y quién se movía por los costados, Vidal un tanto más adelantado, llegando al área como la jugada del gol que tantas veces las hizo, Braithwaite y Griezmann de puntas moviéndose para habilitar espacio para un futuro pase y Messi suelto, como de costumbre, desplazándose por donde le plazca.

El chileno con este cabezazo abría el marcador.
Así estaba parado el Barça, sin embargo, fallaba el último pase para los delanteros. Era de esperarse igualmente, esa finez en los últimos metros del rectángulo se gana con la continuidad, y el fútbol estuvo meses parado.
Para peor, el Bermellón comenzó a tener un poco más el balón. Las ideas no aparecían, pero por lo menos no sufría tanto como en los primeros 20 minutos. La esperanza yacía en un joven japonés: Takefusa Kubo. El talentoso hombre del Real Madrid -a préstamo en el Mallorca-, con una particular historia en su pasado en la masía de quien hoy fue su contrincante, era el único que lograba poner en tensión a la defensa catalán, más precisamente, en la punta izquierda de Jordi Alba. El zurdito nipón aviso al alemán Ter Stegen dos veces con remates de afuera del área, además de generar otras jugadas con clara chance de gol.
No obstante, llegó el segundo del Barcelona. Corrían los 37 minutos, una jugada con cierta suciedad estaba en concepción en el sector izquierdo del ataque Catalán. En la suciedad, la pelota volaba por los aires, fue en ese momento, tras un pique en el césped, que entró Lionel Messi corriendo desde afuera del área, logrando desviar efectivamente la circunferencia, dejándole a Martín Braithwaite la jugada literalmente picando para que la mandé a guardar como lo hizo por el centro del arco, con un Manolo Reina sorprendido tras la fuerza del remate.
La primera etapa cerró con el 2 – 0 parcial, con muy pocos cambios en la dinámica de juego, dónde la superioridad individual y colectiva estaba, como era de esperarse, singnada en favor del Barcelona. Ese segundo gol derrumbó toda la casa de naipes que venía edificando el Mallorca para llegar al empate. Remontar un 2 a 0 al azulgrana, para el local es una ‘misión imposible’.
Comenzada la segunda parte, se vio un Mallorca más decidido. Era obvio, el resultado había que buscarlo porque esperando perdía. A los 48 minutos, Ante Budimir tuvo el descuento que culminaba con la certidumbre ‘barcelonesca’, sin embargo, el remate rasante se fue al lado del palo izquierdo. Estuvo muy cerca, pero con el Barcelona tenés que ser efectivo porque no vas a tener muchas como esas. Kubo seguía siendo el más desiquilibrante en el local.

Messi gambeteando a su rival.
Con tranquilidad y con tenues respuestas del rival, el Barça buscaba se tercer tanto que liquidará la contienda. Y el grito llegó, pero tardó más de lo esperado: minuto 79.
A puro toque de primera, iniciado por Jordi Alba, proseguido por Braithwaite para Arthur, quien se la dejo a la misma velocidad a Lionel Messi, que con su típica magia metió un pase justo, volando a media altura, imposible para los rivales que marcaban, dejando mano a mano con Reina al indicador de los toques, Alba, que no defraudó y la mando a guardar rematando al primer palo, engañando al portero.
Tras el tercer tanto, el Barsa quería más y este entusiasmo fue multiplicado por la resignación del Mallorca. Atacaba, buscaba, pero no era fino en los últimos dos pases. Ante esto, se creía que el tablero ya estaba cerrado, pero con Messi en cancha nunca podés creerlo del todo.
Corrían los tres minutos de los cinco adicionado por Carlos Del Cerro Grande. Luis Suárez logró romper líneas gracias a un excelente pase recibido. El uruguayo corrió con el balón en dirección al arco de forma perpendicular tirado a la derecha, mientras que por detrás le pasaba el protagonista, el goleador, Messi. Suárez vió a su amigo, y no lo pensó: en el momento que determinó justo se la entregó. El rosarino no estaba cómodo para rematar, pero si habilidad estaba en ON y yendo para el lado contrario de su pierna hábil, se hizo el espacio y con metió un derechazo que se incrustó a media altura del lado izquierdo de Reina.
Segundos posteriores, el colegiado (como se dice en España) dió el pitido final que le otorgaba unos valiosos 3 puntos al Barça pudiendo llegar a los 61, alejándose a 5 del Real Madrid que jugará el domingo ante el Eibar. Por su parte, la derrota dejaba al Mallorca en zona de descenso con 25 unidades.
Analizando el juego, se vio un Barcelona superior, con tenencia, pero sin calidad colectiva e individual que acostumbramos apreciar de la institución española. Sin embargo, dicha forma le basto para golear a un débil contrincante. Messi fue importante en las jugadas claras, participando en tres de los cuatros goles del encuentro, pero se lo vio desvirtuado (en base a lo que sabemos que puede dar) a la hora de acelerar y gambetear. Igual es entendible considerando el largo párate y, empero, la buena marca defensiva planteada por el técnico Vicente Moreno.
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