A pesar de los fuertes rumores que circulaban los días anteriores, en la noche del domingo y la mañana de este lunes 1ro de febrero, la calma en las calles de Myanmar fue interrumpida por un rápido y organizado golpe de Estado contra la primer ministro Aung San Suu Kyi de parte de las Fuerzas Armadas del país.
El motivo fue el resultado de las polémicas elecciones del pasado 8 de noviembre de 2020, en la que el gobierno de Suu Kyi fue acusado de llevar a cabo un masivo fraude electoral contra el partido opositor, que tenía el respaldo del Ejército.
En un par de horas, los militares tomaron las principales ciudades del país y arrestaron al Presidente, la Primer Ministra, casi una decena de miembros del gabinete nacional y varios líderes y referentes políticos afiliados al oficialismo, llevandolos a bases militares como prisioneros.
Para evitar la difusión de mensajes de protesta o subversión en su contra, el Ejército intervino y controló también las emisoras de radio y televisión y bloqueó por varias horas el internet.
A su vez, por las vías de la prensa militar, los nuevos líderes nacionales anunciaron la formación de un gobierno de transición por un año, tiempo máximo en el que prometer llamar a elecciones libres y dejarán el poder.

Militares cortando una ruta de acceso a una carretera de importancia nacional tras el golpe de Estado.
Las reacciones extranjeras no tardaron en llegar, y en pocas horas las Naciones Unidas (ONU) expresaron su preocupación y exigieron la liberación de la mandataria.
La respuesta del país fronterizo India no fue tan contundente, y a pesar de que expresaron su “profunda preocupación”, afirmaron que están observando los hechos y que piden a los militares que mantengan la paz en el país y no quiebren la división de poderes.
Por su parte, Tailandia expresó un mensaje neutral y poco contundente como el de la India y afirmó que están atentos a ver en que desembocan los hechos.
Sin embargo, hubo un país que se salió totalmente del molde de los comunicados de países asiáticos. Filipinas, fuerte potencia regional en Asia del Sur, apoyó la actuación de los militares y afirmó que no es un golpe de Estado si no un “exitoso movimiento de ajedrez”.
En Estados Unidos, un país que fue clave en posicionar a Aung San Suu Kyi como Primer Ministra en 2015 durante el mandato de Obama, el nuevo gobierno obamista reaccionó de la peor manera posible.
Lejos de llamar al diálogo o mantenerse neutral, el gobierno de Biden calificó el golpe como un “asalto directo a la democracia de Myanmar” y amenazó con “tomar acción” contra el país y aplicar graves sanciones a los militares si no abandonan el poder de “forma inmediata”, y liberando a todos los detenidos.
Más temprano, el Secretario de Estado, Antony Blinken, había amenazado en un comunicado conjunto con Australia, Japón, Canadá, Reino Unido y la Unión Europea la liberación de los prisioneros.
Del otro lado del charco, China aseguró que están monitoreando la situación y pidieron la liberación de Suu Kyi, una aliada suya, aunque tampoco condenaron al nuevo gobierno militar.
Dentro de las Fuerzas Armadas de Myanmar hay una fuerte creencia que China fue parte instrumental del fraude electoral llevado a cabo por Suu Kyi, y el nuevo Jefe de Gobierno militar, Min Aung Hlaing, buscará recuperar la soberanía entregada a China en los últimos años.
China y el Tatmadaw (el nombre del Ejército de Myanmar) habían tenido históricamente una buena relación. Sin embargo, en los últimos años el dictador chino Xi Jinping comenzó a apostar por Suu Kyi, entendiendo que la mandataria gobernaría el país vecino por los próximos años.
De todos modos, también hay rumores de una reunión el mes pasado entre el máximo diplomático de China, Wang Yi, y Min Aung Hlaing, donde el General le habría informado que si no podían exponer el fraude, ellos darían el golpe.
Tal vez los chinos no dieron ningún permiso expreso al General para dar el golpe, pero el liderazgo militar pensó que podrían hacer que Beijing saliera en su defensa de todos modos.
El cálculo del alto mando militar sería que China rara vez pierde la oportunidad de expandir su influencia en Asia a expensas de Estados Unidos, por lo que sin importar quien gobierne el país, China apoyará un gobierno expresamente contrario a los intereses de Washington D.C.
“Beijing podría resentirse de verse obligado a apoyar los diseños políticos internos de un Estado cliente como Myanmar, y podría estar abierto a cooperar para derrotar al Tatmadaw, lo que en el peor de los casos conduciría a que Myanmar se retirara una vez más al completo aislamiento, pero más probable a una restauración de la Constitución democrática y el gobierno civil, a raíz de lo que probablemente serán protestas públicas masivas sin parar durante las próximas semanas“, escribió Azeem Ibrahim, corresponsal de FP en Asia.
Usted debe estar conectado para publicar un comentario Inicio de sesión