El radicalismo sorprende presentando un proyecto que desafía al gobierno de Alberto Fernández.
El proyecto de Alfredo Cornejo, presidente de la UCR, consiste en destinar el 30% de la recaudación sojera para el Fondo de Aportes
del Tesoro Nacional. Este fondo se utiliza para cubrir necesidades de las provincias
en caso de emergencia fiscal. El principal problema surge de dónde sacar el faltante
de recursos que le supondría al estado nacional, dada la también compleja situación
en el déficit financiero a nivel nación.
Si bien desde el Ministerio de
Economía (Guzman) se suprimió temporalmente el pago de aportes patronales y
desde el Ministerio de Desarrollo Productivo (Kulfas) se implementaron nuevas
líneas de crédito más accesibles, no se tomaron mayores medidas fiscales para
enfrentar la caída en materia de actividad, en especial para el campo que además de la crisis económica tiene que sostener las retenciones más grandes del gobierno.
Tampoco hubo recortes de impuestos por
parte de los entes recaudadores ni postergación de pagos en impuestos
como monotributos o ingresos brutos, un comportamiento que va a contramano de
lo que hace el mundo. No es un dato menor porque incluso en la mayor parte de
Latinoamérica el consenso es bajar impuestos para no ahogar la actividad económica, especialmente en estos tiempos de crisis.
Por lo tanto, todavía queda la intriga
por saber de dónde plantea sacar el radicalismo los recursos necesarios para llevar
a cabo su propuesta fiscal.
Como subir impuestos en el marco
actual no parece muy factible, en un contexto donde además no hay mercado de
capitales (crisis global y cepo cambiario), la alternativa que utiliza el gobierno
es la emisión de dinero.
Además, los ingresos del campo tampoco parecen un sector
deseable para la tributación, especialmente para el sector sojero. Actualmente
este sector no solo enfrenta la alícuota de retención más alta de las que hay vigentes,
sino también un cepo cambiario que le obliga a liquidar en dólares a valores poco
convenientes (muy por debajo de lo que marca la brecha cambiaria), y un derrumbe
en el precio de la soja como producto de la recesión global.
Pareciera que no hay más margen para subir los impuestos en prácticamente ningún
sector de la economía, si lo que se quiere es mitigar la recesión. El dilema es
entonces decidir entre ahogar al fisco o ahogar aún más a la actividad
económica.
El temor por la falta de recaudación viene de la mano de
algunas proyecciones sobre el índice de actividad económica, que podría retroceder a tasas similares a las que había entre julio y diciembre del 2001.
Según el propio Alfredo Cornejo, la merma en la recaudación podría ser de entre el 30% y hasta el 50%. Tal como pasó durante el 2001, una baja tan drástica en la
recaudación podría condicionar a las provincias en el pago de sueldos,
servicios y el resto de la estructura elefantiásica. Tal vez una situación parecida
a lo que podríamos vivir sea el episodio del 2008 y el 2009, en donde hubo una
conjunción entre una crisis financiera internacional y una epidemia como lo fue
la gripe A.
De todas formas, esta comparación peca de optimista, dado que las circunstancias
de hoy son drásticamente peores. Teniendo en cuenta esto, aún de repetirse el escenario
que tuvimos en ese período, tendríamos una baja en el producto bruto interno
del orden del 6% en un año. De producirse un episodio similar al 2001,
podríamos tener caídas de incluso el 3% por mes, si se toma el índice EMAE (de
variación mensual)., lo cual devastaría la producción local, el empleo y el bienestar de todos los argentinos.
En ambos episodios descriptos, el déficit financiero aumentó
en cerca de 2 puntos del PBI. Se teme y se estima que ocurrirá algo similar. Esto por supuesto, condicionaría todo el panorama
de reestructuración de la deuda externa, por lo que un default parece casi ineludible.
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